D. Miguel Ángel García Rodríguez
Me tocó nacer en plena siega del pan y a mediodía, la hora en que la única sombra que te podías permitir era la que te hacía tu padre con las gavillas o lo manojos. Mi madre no quiso que me quedara aquel día a ayudar a mi padre a atar las gavillas, pero siempre he pensado que lo de nacer cuando más trabajo hay en casa marca a uno de por vida para bien o para mal. Por aquel entonces, Julio del 57, Quintana estaba a unos 150 Kilómetros de Noceda (una hora y pico de viaje sin entretenerse por la Quiruela) y, como Noceda y el resto de pueblos de la zona, seguía instalada en el tránsito entre la Edad Media y la actual Edad Final sin pasar por la Moderna, la Contemporánea…
Los 7 años y medio que viví en Quintana son, sin duda, los 7 años más felices de mi vida, si no cuento el pavor que nos producía a todos Don Alipio, el maestro. Y eso que a mi me quería mucho porque era amigo de mi padre, quizá porque había estudiado en un seminario y Don Alipio ponía siempre una raya entre los que sabían letras y los que sólo sabían letanías.
Me he entretenido en esos años porque creo que suelen ser los más importantes en la vida de casi todos… A partir de ahí viene la instalación de la familia en Noceda, en casa de mis abuelos Santiago “Teresín” y Pilar (de los “Carvajales”). A los 11 años me metieron en un tren con una maleta que pesaba el doble que yo y me dijeron: “cuando llegues a Madrid, que es la última estación, te espera tu tía para llevarte al colegio”. Un colegio de curas interno, por supuesto, donde te confiscaban la adolescencia el primer día que llegabas y te devolvían al mundo setenta años más viejo y otra vez de vuelta a la Edad Media. Eso sí, convenientemente exprimido cual siervo de la gleba, porque, además de cobrar entera la beca que daba el gobierno, nos obligaban a trabajar 3 horas cada día en una imprenta sin pagarnos ni una peseta, por supuesto.
Algún día me explicaré a mi mismo por qué estudié Ciencias de la Información en la Universidad, una carrera que por entonces sonaba rarísima (con lo fácil que hubiera sido hacerle caso a mi abuelo y haber hecho “la carrera militar” . Lo que sí tiene una explicación fácil es por qué hice también, algunos años después, Derecho: además de completar mi formación de periodista, buscaba cómo poder reclamar el sueldo de la imprenta (estoy en ello)
En 1982 aprobé unas oposiciones a RTVE. Y ya van 25 años en esta casa. Aquí sigo, aunque, como la gente ya no me ve por la tele muchos me preguntan si es que ya no trabajo aquí. Trataré de resumir este cuarto de siglo en TVE para que se entienda que trabajar en la tele es algo más que salir en la pantalla.
Empecé inaugurando el Centro Territorial de TVE en Valladolid, donde estuve 8 años y medio, seis y medio como Jefe de Programación. Allí aprendí prácticamente todo lo que sé de televisión: realicé todo tipo de reportajes y diseñé, puse en marcha y dirigí más de 20 programas distintos. Puedo decir que, en esta profesión, pocos pueden presumir de unos comienzos tan completos, tocando todos los palos de una profesión muy compleja, donde hay que saber hacer periodismo, pero también saber contar las cosas para un medio donde todo cuenta: lo que dices y cómo lo dices.
Pero llega un momento en que ves que hay un tope del que no puedes pasar: en esta profesión el meollo está en Madrid. Así que pedí el traslado.
Dejé un piso que acaba de comprar, un despachito, un puesto de responsabilidad y un cierto estatus de consideración entre los casi 100 trabajadores del Centro de TVE en Valladolid en aquel momento para venirme a Madrid y empezar de cero otra vez.
En Torrespaña llevo 16 años y he pasado por unos cuantos lugares y programas: reportero del Telediario Matinal, del Telediario Fin de semana, del programa En Primera, Subdirector del programa Directo Directo.
La Dirección de Informativos de entonces ya me había comunicado que pasaba a Informe Semanal cuando me reclamaron para irme a la 2 Noticias.
En la 2 Noticias he estado 12 años, primero como reportero, después como Subdirector (aquí se llama editor adjunto) y luego como Director (editor)…
Los del equipo de la 2 Noticias (Fran Llorente, Lorenzo Milá, Fernando Navarrete, Matías Montero, entre otros) siempre presumiremos de los cerca de 80 premios que nos dieron y que nos convirtieron en el informativo más premiado en la historia de la televisión en España. Tengo una estatuilla del premio Ondas y otra de un TP en el comedor y siempre que los miro, me digo “…y pensar que habría gente que mataría por esto…”).
Por eso, y por mucho más que no viene a cuento explicar, ahora ese equipo formamos la Dirección de los Servicios Informativos de TVE.
Desde hace tiempo ya no salgo habitualmente en pantalla, y me resulta difícil de explicar por qué a los que me preguntan.
Ocupo el cargo de Director de Programas de Actualidad de los Servicios Informativos de Televisión Española. Y eso viene a ser, resumido en un nombre, Subdirector de los Servicios Informativos de TVE, que están en Torrespaña, en el Pirulí.
Esta empresa es muy grande (tiene muchos más empleados, presupuesto e importancia política y económica que muchos ministerios) y viene a ser algo así como que tienes que estar pendiente y eres responsable de que salga y salga bien: el Telediario Matinal, los Desayunos, los Avances Informativos, Los Telediarios de las 3 de la tarde y las 9 de la noche (el parte), el Telediario de la Noche, La 2 Noticias, los programas Informe Semanal, En portada, Crónicas, en Portada, Parlamento, En otras Palabras…además de los programas especiales que se hacen cuando viene el Papa, Fuerzas Armadas, atentados, bodas y bautizos reales, acontecimientos nacionales, internacionales, guerras, fallecimientos importantes… Hay que sumar además el canal 24 horas que se puede ver en TDT o en satélite y la responsabilidad sobre las 17 corresponsalías de Televisión española en el extranjero y los 17 Centros Territorial de Televisión española en las Comunidades Autónomas en los que trabajan actualmente unas 1.200 personas.
Todo eso, traducido en trabajo… bastante: aunque seguramente sonarían ridículas a mi padre, a mi madre y a todos los que han tenido que ganarse la vida suya y de sus hijos amaneciendo en la mina, atardeciendo en el prado, o anocheciendo ordeñando las vacas. Pasan los años y las estaciones sin saber si fuera hace frío o calor y casi he olvidado las fechas de la ralva, la bima, la siega de la hierba, del pan o del samartino. Espero que aún quede quien me las recuerde.
Menos mal que no hay mal que cien años dure y espero que pronto pueda volver a hacer lo que realmente me gusta: hacer de reportero. Además, tiene la ventaja de que tus tías y tus vecinos nos sospechan que te deben haber echado de la tele porque ya no sales. (Aunque tiene la desventaja de que todo el mundo te controla: mi madre, como me veía algo delgado o con ojeras siempre pensaba que es que estaba malo: por eso nunca se enteraba de las noticias cuando yo las contaba).
Cada mañana me esperan sobre la mesa un montón de periódicos, unas cuantas televisiones encendidas y una fuente incesante de noticias de todo el mundo que va manando a chorros del ordenador.
Pero apenas me reconozco en ellas. Las manejo, las siego, les doy la vuelta, las hago gavillas, las cargo, las descargo y las meso para alimentar a millones de gentes sedientas de conocer cosas nuevas, sedientas de sensaciones… y vivo de ordeñarlas.
Aunque donde verdaderamente me reconozco es en un chaval bajando Carralacueva con una refanaria de vacas por delante y otra por detrás, intentando que no se escornaran y tratando de llegar a casa cuanto antes para, con un bote de lejía, echar unas patadas al que la sube y la baja desde San Isidro hasta el Pico Vega.
Por Miguel Ángel García